La bestia infernal de Brihuega


Fuente: José María Alfaro, Mi Alcarria:


Una noche oscura y fría,
y esto que voy a contar,
dicen que allá sucedía
cuando ni un farol había
en las calles del lugar.

Y eran de las Navidades
las fiestas tan renombradas,
pero en aquellas edades
eran pocas las ciudades
que estaban iluminadas.

Así en cuanto anocheció
quedó la villa desierta,
pues la gente medio muerta
de frío se recogió
y hecho la tranca a su puerta.

Sólo una ronda de mozos
el frío desafiando
iba las calles cruzando
y con grandes alborozos
al Niño Jesús cantando.

Entre una y otra canción,
propias de la Nochebuena,
también la jota serena
cantaban con emoción
a Brihuega y su Morena.

...

Y así las calles rondando,
con cantares de esta traza,
se fué el tiempo deslizando,
la media noche sonando
en el reloj de la plaza.

Cuando al doblar una esquina
de calle que no se nombra,
hacia la fuente Blanquina
aparecióse una sombra
medio envuelta en la neblina.

¡Un burro! A una exclamaron
dos de los que iban primeros,
y más que un cohete, ligeros,
en el burro se montaron
como ágiles caballeros.

Los demás que ven el lance
y que el burro no se mueve,
montan también, y eran ¡nueve!,
sin que a nadie se le alcance
ser un misterio y no leve
que un asno aguante y se alargue
como si fuera de goma
según más jinetes cargue,
y que el juicio se aletargue
echándolo todo a broma.

Apenas montó el postrero,
sin poderse contener,
como si algún avispero
llevase pegado al cuero,
el jumento echó a correr.

Y cuesta abajo corría
cada vez más codicioso
creciendo la gritería
de la ronda junto al Coso,
y en el Arco de la Guía.

Al penetrar en el Prado
alguien ya cuenta se dió
de que algo no acostumbrado
era aquello y muy turbado
de lo hecho se arrepintió.

Pretendió abandonar luego
la bestia, mas yo discurro
que si va el correr tan ciego
no es cosa de fácil juego
el apearse de un burro.

Así van muchos montados
en el burro de su vicio,
sin mirar los desgraciados
que caminan alocados
de cabeza al precipicio.

Y al suyo iban por su mal
los jóvenes de mi cuento,
pues el maldito jumento
se dirigía al riscal
donde el pueblo hace su asiento.

Imponente y duro tajo
de rocas al que Brihuega
le llama la Peña Abajo,
porque le hace el agasajo
de ser balcón de su vega.

Y de aquel derrumbadero
ya estaba en el borde mismo
disponiéndose ligero
a arrojar en el abismo
la carga con golpe fiero.

Cuando de Santa María
en el campanario erguido
sonó un lúgubre tañido,
así, como de agonía,
por el viento conmovido.

Y casi en el mismo instante,
como eco de la honda breña,
se oyó un grito suplicante
a la Madre más amante,
a la Virgen de la Peña.

Eran los mozos, que al cabo
se daban cuenta cabal
que aquel extraño animal,
desde la cabeza al rabo,
era una bestia infernal.

Y clamaron a María,
y la Virgen los oyó,
el burro en seco paró,
y en la noche oscura y fría
como humo se disipó.

...

¿Historia o cuento? No sé,
yo sólo a mi pueblo hablo,
a Brihuega a quien hallé
dando siempre entera fe
a esta leyenda del diablo.